EL AMOR  NO  REQUIERE  QUE  DOS   PERSONAS  SE  MIREN  ENTRE  SÍ.   PERO  SI,   QUE  MIREN JUNTOS  EN  LA MISMA DIRECCIÓN.

A. de Saint-Exupéry

 

   

 

 

Tres historias ?

Montse nació en Barcelona, hace aproximadamente 45 años, de pequeña era un chico que curiosamente se relacionaba bastante bien con las chicas de su edad, posiblemente se encontraba mejor jugando y charlando con ellas que con otros chavales. Un día en casa de una amiga, Montse tenía por entonces unos catorce años, esta le enseñó un vestido que la habían comprado, “Este vestido te sentaría a ti de maravilla” dijo su amiga, de esa frase a probárselo, pasaron pocos segundos. A partir de entonces, Montse siguió poniéndose ropas en casa de su amiga, con la complicidad de ella y de otras amigas comunes, lo curioso es que lo que en un principio resultaba ligeramente burlesco, después fue admitido con toda naturalidad. Pasaron los años y Montse fue consciente, cada vez con mas fuerza, de que en ella existía “Montse”, llegó a la universidad, comenzó una ingeniería, no fue demasiado bien el primer año, su padre aconsejaba insistentemente la necesidad de “triunfar” en la vida, pero ella salía por las noches, donde podía existir con más facilidad, encontró trabajo en una “disco” donde podía estar tal cual ella era, finalmente se dio cuenta que el consejo de su padre era importante, necesitaba triunfar en la vida, y para ello necesitaba ser Montse, se lo dijo a su padre, no se bien su cara pero podría imaginarla fácilmente. Por aquel tiempo Montse ganaba lo suficiente para poder compartir un pequeño apartamento con una amiga y cosas del destino, en una noche de “melancolía” sin ninguna proponérselo conscientemente, la pareja pone las bases para convertirse en “padres”. Cuando nace su hija, Montse, que ya ha comenzado a hormonarse, actúa como una verdadera madre, siendo fundamentalmente ella la que se encarga de todos los cuidados, allí se da cuenta que uno de los mayores triunfos que podía esperar en esta vida se ha cumplido, es madre. Su hija crece junto a la pareja, esta acostumbrada a ver a sus madres tal y como son, y naturalmente su aceptación es total, Montse procura ponerse ropas amplias si vienen amigas de la niña a casa, y si hay que ir a una reunión de padres procura que vaya su pareja. Actualmente trabaja como relaciones publicas en un buen local de Barcelona, no vive con la madre de su hija, dado que encontró la pareja de sus sueños, sigue viendo diariamente a su hija, que es además una de sus principales fans, porque Montse es además una gran modelo fotográfica. Estamos realmente ante toda una mujer a la que un día, posiblemente, un vestido le cambió la vida.

Paloma nace en Madrid, actualmente tiene 46 años, de niño estudia en un colegio religioso, no le gusta demasiado jugar al balón, lo que hacen todos sus compañeros de clase, a los 14 años pasa a estudiar a un colegio donde también van chicas, allí tampoco se relaciona demasiado con ellas por culpa de su timidez. Su comportamiento es bastante “normal”, le gustan mucho las chicas y prefiere verlas jugar a ellas que ver a sus amigos darle patadas a la pelota. Sobre esa edad, un día, sin saber muy bien como, descubre en un cajón un bañador de su madre, se lo pone y se mira al espejo, algo falta, indudablemente, pintarse los labios, el efecto es maravilloso, a partir de entonces para ella es un placer quedarse sola en casa, puede ponerse algunas ropas (no todas les sirven) de su madre y mirarse al espejo durante largos ratos, solo de pensar que la descubrieran le da escalofríos, pero algo irresistible la lleva a hacerlo siempre que puede. Paloma crece, al final llega a salir con una chica con la que se casa y tiene un hijo, un precioso bebe al que cuida con verdadero amor maternal, le encanta bañarlo y tenerlo en sus brazos (posiblemente más que a su madre). Compra ropa para su mujer, que está casi nunca se pone, que a ella le encantaría ponerse. Necesita seguir vistiéndose y tiene que acudir a casas de prostitución donde después de explicar el tema, en alguna de ellas, consigue que guarden su ropa y allí pasa algunas horas al mes, simplemente transformada en Paloma y charlando. Años mas tarde llega la ruptura de su matrimonio, Paloma se plantea que si sale alguna otra vez con una mujer esta sabrá de su existencia. Mientras, continúa su vida “normal”, trabajando en una entidad bancaria y viendo prácticamente a diario a su hijo. Poco tiempo después tiene una nueva pareja, ella ha recibido bastante bien la información que Paloma le ha trasmitido, y al parecer recibe un total apoyo por su parte. Su vida a cambiado considerablemente, ha empezado a salir a la calle como Paloma, unas veces acompañada de su apareja y otras con grupos de amigas como ella. A ella le gustaría decírselo a su hijo, pero… ¿y si no lo entiende?. A veces, se pregunta ¿y si ese bañador no hubiese estado allí?.

Carmen es una sevillana de 44 años, su infancia fue bastante normal, colegio, amigos juegos, su hermana, dos años mayor que ella era bastante guapa y a ella le gustaba bastante cuando salía arreglada para una cita. Un día cuando ella había salido, no lo dudo, decidió ponerse unas medias suyas, ¡caramba! aquello resulto francamente excitante, tenía que volver a repetirlo, poco a poco fue poniéndose otras prendas, casi siempre de una en una, pero un sábado con varias horas de soledad por delante, la transformación fue total, ¡je! no era su hermana, pero tampoco estaba mal. Con ese aspecto más de un amigo se sentiría excitado. Carmen siguió su rutina diaria, terminó sus estudios y entró a trabajar en unos grandes almacenes, se casó y tuvo dos hijos, no podía hacerlo con frecuencia, pero de vez en cuando seguía poniéndose algunas medias u otra ropa de lencería, incluso había ido a trabajar con ellas puestas (imagina, pensaba, si me pasa algo y me encuentran con esto puesto, “que palo”). Siempre fantaseaba que alguna vez Carmen ligaba con un hombre y terminaban en la cama de un hotel. En cierta ocasión, con motivo de un viaje, lejos de su mujer y sus hijos, decidió dar el paso, compró lencería sexy, a pesar de sus pelos en las piernas, no estaba mal del todo, llamó a una agencia de contactos y explicó lo que quería, un chico que la tratase como una mujer. La experiencia no fue lo maravillosa que ella había esperado, pero tampoco estuvo muy mal; lo peor el sentimiento de culpabilidad que quedó, ella no era gay, en el fondo no le gustaban los hombres, pero entonces…¿porqué lo había hecho?, ¿porqué pensaba en repetir si se volvía a presentar la ocasión?. Era igual que otras veces, cuando se vestía, después se sentía culpable, pero… seguía haciéndolo. Por internet, se había enterado que no estaba sola, que no era una “cosa rara”, eso la tranquilizaba algo, no del todo. Quizás ya nunca más se plantearía el no volver a ponerse ropas de mujer, como lo había hecho en numerosas ocasiones para siempre volver a recaer, tal vez se estaba dando cuenta, al fin, que ella era todo “un señor” con una maravillosa chica en su interior.

Son tres historias, ¿reales?, bueno eso no lo sabemos, pero historias parecidas hay muchas. Todas tienen puntos de unión, todas son muy diferentes, tras todas ellas hay un ser humano distinto, tímido en ocasiones, decidido en otras, alegre o triste, generoso o egoísta. ¿Que hubiese pasado a Montse si hubiese sido una chica tímida? y ¿a Carmen si le hubiese gustado jugar con chicas y ponerse ropas con toda libertad? ¿y si Paloma hubiese sido una chica “lanzada”, pero le encantase el fútbol. Creo sinceramente que se habrían escrito otras historias, con distintos nombres pero…todos ellos femeninos.
Un beso Vanesa

 

 

 
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